En el día de ayer, un colega y profesor de la Universidad John F. Kennedy, pero amigo ante todo, Leonel Novera, me hizo llegar un trabajo de una alumna, que realmente me gustó mucho.
Pero en realidad, no solo me gustó por la forma en que encaró esta realidad, sino me dejó realmente pensando. Desde ya aclaro que coincido en gran parte con sus conclusiones aunque sin lugar a dudas es un tema controvertido y generará opiniones encontradas.
A modo de introducción, me tomaré el atrevimiento de comenzar por el final sin antes agradecerle a ella, Corina Capizzano por permitirnos compartirlo.
La frase con la que concluye el trabajo, es la siguiente:
“por Karl Ludwig von Bertalanffy, biólogo y filósofo austríaco, reconocido fundamentalmente por su teoría de sistemas(…) Tanto el hardware de las computadoras, la automación y la cibernación, como el software de la ciencia de los sistemas, representan una nueva tecnología que ha sido llamada Segunda Revolución Industrial y sólo lleva unas décadas desenvolviéndose (…)”
Podemos hoy en día imaginar, que si en tan sólo treinta años aproximadamente se han producido cambios tales que han alterado y modificado la profesión del contador, como de tantos otros, lo que nos espera en un futuro será un experto en ciencias económicas, que además de ser idóneo en su materia, deberá estar a la altura de los incesantes cambios tecnológicos.
Quien no aprende a caminar en el sendero de la era informática, queda fuera de él, sin posibilidades de inclusión en el mercado laboral que nos atañe.
Tal vez parezca un poco extenso, al menos para un blog, pero recomiendo imprimirlo y leerlo tranquilos..
“El Contador Público ante las nuevas tecnologías”
Era una mañana fresca del mes de Abril de 1988. Juan Carlos Ambrosio, contador público de veinticinco años, se levantaba para iniciar una ardua jornada de trabajo. Como todos los días, tomaba su maltifé y leía las últimas noticias en el diario Ámbito Financiero, deseando que una nueva resolución de la Dirección General Impositiva no lo tomara de sorpresa.
Con maletín en mano y envuelto de un delicioso perfume, emprende rumbo hacia su pequeña oficina, situada en el centro de la ciudad. Como era habitual, compró el “Noticiero de Impuestos” en el puesto de diario más cercano, ya que Juan Carlos considera que la columna vertebral de un buen profesional es mantenerse informado y continuamente actualizado.
Ya en su oficina, revisa su agenda Citanova y se prepara para lo que el día le depara. Se encuentra en época de vencimientos de impuestos, y por tal razón, duda en poder retirarse a tiempo para ver el partido de su equipo de fútbol favorito.
El estudio de Juan Carlos era una pequeña oficina con vista a la calle. Contaba con una ventana lo suficientemente grande como para permitir la entrada de la luz del sol. A la derecha de la habitación se encontraba un fichero metálico, casi tan alto como el profesional, ordenado de la “A” a la “Z”. En el centro del despacho se hallaba un amplio escritorio, repleto de papeles y bandejas que contenían más papeles. Así como la pala y la cal hacen al albañil, allí se encontraban majestuosas las principales herramientas del contador: una calculadora de uso intensivo con rollo de papel para imprimir los cálculos realizados, una máquina de escribir Remington, biblioratos, planillas, lapicera, lápiz, papel y goma.
Su primera labor era la liquidación de la posición del Impuesto al Valor Agregado de un cliente. Afortunadamente, el día anterior ya había volcado una por una las facturas de compras y ventas al respectivo libro, ya que al hacerlo manualmente se demoraba bastante tiempo. En el día de hoy, sólo tenia que traspasar los totales de neto, crédito fiscal, débito fiscal, exentos y demás a la planilla de desarrollo de IVA. Sumergido en un alud de papeles de trabajo, confecciona las boletas F. 10 para pagar el impuesto, detallando en el anverso el saldo a pagar, y en el reverso de la misma la conformación de dicha liquidación.
Apila la boleta, junto con unas cuantas que deberá llevar al Banco para ser abonadas antes de las tres de la tarde, sin excepción, ya que luego el cálculo de los intereses y la confección de las boletas era una tarea que Juan Carlos detestaba.
Había llegado el momento de ocuparse del impuesto a los Ingresos Brutos. Pero en ese preciso instante el timbre de la oficina sonó. Uno de sus clientes se hallaba ante la puerta. Tenía en sus manos una intimación de DGI. Además de las liquidaciones que tenía pendientes por hacer y de los vencimientos que lo vigilaban de cerca, el contador debería ahora dirigirse a dicho organismo a fin de averiguar la cuestión intimada y ver de su correspondencia o no.
Una vez que despachó a su cliente, y tomando conciencia de que la aguja del reloj se había movido a tiempo record, retomó sus liquidaciones.
Todos sus clientes eran pequeños contribuyentes, por tal motivo presentaban declaraciones juradas de Ingresos Brutos de manera Bimestral. Para su confección, el contador debía llenar a mano las boletas. En cada una debía completarse nombre y apellido del contribuyente, nº de cuit, total de ingresos, alícuota correspondiente y el saldo a pagar. Las mismas venían agrupadas en chequeras, las que eran enviadas por Rentas a través del correo, o en el caso en que esto no sucediera, Juan Carlos tendría que dirigirse al organismo para retirarlas.
Luego de completar todas y cada una de las boletas de pago, las situó con las demás, que estaban a la espera de ser enviadas a la entidad bancaria.
Cuando estaba apunto de revisar cuál seria su siguiente tarea, el teléfono comenzó a sonar con un timbre estridente. El espeso silencio que habitaba en la oficina ya se había quebrado. Era otro de sus clientes, solicitándole que necesitaba de manera urgente los recibos de sueldo del mes, ya que como se tenía que ir de viaje, no podía dejarlo para cuando él regresara.
Dicha cuestión tomó completamente de sorpresa a Juan Carlos, quien tenia todo el día programado y este llamado le derribó en un segundo su tan ordenada agenda.
Rápidamente, y sin dudarlo, tomó la planilla de liquidación de sueldos, y con lápiz en mano y la calculadora a su derecha, comenzó a realizar las liquidaciones respectivas. Allí debería volcar, número de legajo, nombre y apellido del empleado, sueldo bruto (que lo obtenía de las planillas que le enviaba el sindicato), las retenciones de ley y cualquier otro adicional. Finalizada esta tarea, debía confeccionar los recibos de sueldos. Con la angustia en la garganta debido a que las horas corrían raudamente, tomó los recibos en blanco, que días antes había comprado en la librería. Comenzó a completar los mismos, traspasando lo que había registrado en la planilla de sueldos a los recibos, rogando que su lapicera lo acompañara.
Agobiado, se reclinó en su silla, pensando en las ganas que tenía de tomarse un rico y potente café. Lamentablemente, allí estaba su enemigo, el reloj, marcándole que eran las dos y media de la tarde, y que debería volar cual pájaro si quería llegar a abonar las boletas que había realizado.
Una vez de regreso a la oficina, y sin problemas en el Banco, Juan Carlos se dispuso a revisar nuevamente su agenda. En el día de mañana tendría que dirigirse a la Dirección Nacional de Recaudación Previsional para averiguar sobre los aportes de uno de los empleados de su cliente.
Además, debía concurrir al Ministerio de Trabajo por tercera vez, para entregarle a la oficina de Rúbricas la documentación que en la visita anterior del contador se les había ocurrido que necesitaban. El mero hecho de pensar que tendría que volver a dicha entidad a que lo rebotasen por mero placer de la empleada torturaba sus nervios.
Mientras se preparaba su tan deseado café, sonó nuevamente el timbre. Era el correo quién venía a dejarle unos sobres de distintos organismos. Semanas atrás, Juan Carlos había inscripto a un nuevo cliente en los impuestos correspondientes. Cada organismo, en este caso DGI, Rentas y DNRP, enviaba las constancias de inscripción por correo en copia única. Ahora Juan Carlos, debería entregarle una fotocopia de las mismas a su cliente para que la exponga en su comercio, y guardar los originales como si fuesen oro, ya que si los mismos se extraviaban, se debían reclamar al organismo correspondiente por nota, lo que se demoraba unos cuantos meses.
Había llegado el momento de contabilizar las operaciones del día de uno de sus clientes. Cansado de realizar la contabilidad de forma manual, es decir, hacer los asientos contables con lápiz y papel, en hojas de trabajo y luego traspasarlo al libro Diario, Juan Carlos se había comprado su primera computadora “Comodor 128”. Gracias al pequeño monitor y a la disquetera que la componían, el contador podía realizar los asientos ágilmente. Se ingresaba primero el disco de cinco y un cuarto que contenía el programa, luego una vez que iniciaba la carga de los datos debía retirar el primer disco e ingresar un segundo con el archivo, así una y otra vez en la medida que modificaba la información.
Eran pasadas las ocho y media de la noche. El partido de fútbol ya había comenzado. Juan Carlos escuchaba desde su oficina, los alaridos de la gente en su casa. Debería de ser un encuentro apasionante, más no quedaba tiempo para lamentaciones. Sólo restaba un par de asientos contables y Juan Carlos estaría de regreso a su casa.
Sumergido en su rutina diaria, Juan Carlos nunca imaginó, al igual que el resto de sus colegas, lo que el futuro le depararía…
Treinta años después, Juan Carlos Ambrosio, contador público de renombre en la jerga, se encuentra observando a su empleada, quien esta tratando de explicarle los beneficios del uso del Twitter, nuevo medio de comunicación.
Su oficina se ha modificado bastante. Cuenta con computadoras de última generación, impresoras láser que además escanean y sacan fotocopias (Juan Carlos ya no necesita cruzarse al kiosco de enfrente para realizar las mismas), monitores lcd, teléfonos inalámbricos, alarma y útiles de toda clase de tamaños y colores que uno se pueda imaginar. Eso sí, la calculadora de uso intensivo seguía liderando la cuestión.
Gracias a la revolución tecnológica producida en los últimos años y al fenómeno de la globalización, la rutina del contador ha cambiado abruptamente.
Juan Carlos, ya encuentra difícil caminar esas cuadras de su casa a la oficina, sin que su celular no suene al menos dos veces. No imagina la vida sin dicho aparatito, que en algunos momentos es beneficioso, pero en aquellos de agotamiento y pesadumbre se torna en el peor enemigo.
Con la aparición del mundo de la computación, se han implementado diversos software que son necesarios para el desarrollo de la profesión. No solo son utilizados por los profesionales, sino que también los organismos de control han instrumentado su labor diaria en base a los mismos.
En la actualidad, Juan Carlos realiza las declaraciones juradas de IVA, Ingresos Brutos, Impuesto a las Ganancias y demás a través de un aplicativo denominado SIAP. El mismo permite la liquidación de los distintos impuestos. Agiliza la tarea ya que no hay que cargar los datos del cliente, como por ejemplo, nombre y apellido del mismo, Nº de CUIT, etc, cada vez que uno realiza la declaración jurada.
El Sr. Ambrosio ya no necesita anotar a mano una por una las facturas de compras y ventas de sus clientes. Ahora dispone de un software diseñado especialmente para la carga de facturas, en donde se ingresa toda la documentación al programa. El mismo permite emitir listados mensuales, por punto de venta, periodo imputado y demás. Asimismo, se puede importar al SIAP aquellos datos que contenga este sistema para la liquidación del impuesto.
La creación de la Internet fue un antes y un después en la vida de los contadores, así como de tantos profesionales y particulares también.
Al alcance de un click, Juan Carlos puede acceder a lo último en novedades jurídicas, impositivas, societarias, previsionales, entre otras.
Por otro lado, la comunicación con los clientes se ha modificado bastante. No sólo pueden ubicarlo a Juan Carlos en el teléfono de su oficina, sino que también pueden hacerlo vía celular o mail. Este último permite el traspaso raudo de información. Se pueden acortar los tiempos de una llamada con un simple mensaje por mail. Sirve, además, como un medio para dejar constancia de los avisos y consejos que le puede dar el profesional a su cliente.
Respecto de la liquidación de sueldos la misma es, como ya se puede imaginar, a través del programa respectivo. Los listados que se obtienen del mismo, son los que se utilizan luego para ser copiados en hojas móviles o libros.
Hace apenas unos meses, Juan Carlos debió interiorizarse acerca del trámite para iniciar la rúbrica de hojas móviles, ya que en la actualidad, antes de comenzar con el mismo, se debe obtener una clave y usuario en la página de web del Ministerio. Con dichos datos, debe confeccionar el “Formulario de Actualización de Datos de Empresas”, para luego presentarlo ante la oficina de Rúbricas. Ingenuamente, el contador imaginó que dicha modificación aceleraría el trámite, pero olvidó que en la instancia siguiente sería atendido por los empleados de la correspondiente oficina, cuyas paredes se encuentran impregnadas de normas burocráticas innecesarias.
De igual modo, Juan Carlos nunca hubiese vislumbrado que los pagos de los impuestos y los servicios podrían efectuarse por Internet vía Volante Electrónico de Pago, mismo transferencias bancarias, consulta de saldos, etc.
Incluso las boletas de todos los sindicatos pueden imprimirse de Internet o de un aplicativo, incluso la de los letrados que representan a la Administración Federal de Ingresos Públicos.
Las altas y bajas en los impuestos, así como también alguna modificación, se realiza vía web. La constancia de inscripción en los mismos se obtiene mediante la página web de la AFIP, bastando sólo con ingresar el Nº de CUIT de quien se haga la consulta.
Claro esta que el desarrollo de la computación, acompañado por el fenómeno de la Internet han revolucionado nuestra rutina diaria.
La jornada de trabajo del Contador Público se modificó drásticamente, disponiendo de nuevas herramientas para la realización de su labor. Los papeles de trabajo han sido reemplazados en gran medida por archivos de software.
Acompañar dicha evolución ha sido todo un reto para el contador, ya que el mismo debió afrontar los cambios que se le imponían dentro de la vorágine diaria.
Ciertamente, la tecnología actual permite la agilización de las tareas del Contador, al mismo tiempo que se encuentra siempre en contacto con las últimas novedades de su materia, y puede acceder a ellas en tiempo record.
Ahora bien, vale recordar una célebre frase: “La tecnología no nos ahorra tiempo, pero si lo reparte de otra manera”. Es tal la velocidad con que viaja la información y tan abruptos los cambios que llevan a cabo los organismos de control, que el contador se ve inmerso en un mundo en donde no termina de habituarse a determinada herramienta, o mecanismo de liquidación, que ya tiene que comenzar a interiorizarse en la nueva modificación.
Asimismo, esta revolución informática trae consigo, en materia contable, un fuerte aparato de control, ya que al facilitarse de tal manera el acceso a la información, los organismos de control, dígase AFIP, Arba, Anses, entre otros, pueden obtener rápidamente la información necesaria, y cotejar las bases de datos de una y otra entidad, realizando un cruce, que les permite detectar inconsistencias en materia impositiva y previsional.¡Quién hubiese imaginado que poco a poco las facturas se irían dejando de confeccionar en papel, para hacerlo via web, denominadas “Facturas Eléctronicas”. Quien hubiese dicho que la liquidación bimestral del Impuesto a los Ingresos Brutos pasaría a ser un régimen de anticipo mensual, en donde la liquidación pasaría a manos de la Agencia de Recaudación de la Provincia de Buenos Aires, y el contador deberá mes a mes rectificar o ratificar la declaración jurada propuesta.
A modo de conclusión podemos citar una frase del famoso Karl Ludwig von Bertalanffy, biólogo y filósofo austríaco, reconocido fundamentalmente por su teoría de sistemas quién citó: “(…) Tanto el hardware de las computadoras, la automación y la cibernación, como el software de la ciencia de los sistemas, representan una nueva tecnología que ha sido llamada Segunda Revolución Industrial y sólo lleva unas décadas desenvolviéndose(…)”. Podemos hoy en día imaginar, que si en tan sólo treinta años aproximadamente se han producido cambios tales que han alterado y modificado la profesión del contador, como de tantos otros, lo que nos espera en un futuro será un experto en ciencias económicas, que además de ser idóneo en su materia, deberá estar a la altura de los incesantes cambios tecnológicos.
Quien no aprende a caminar en el sendero de la era informática, queda fuera de él, sin posibilidades de inclusión en el mercado laboral que nos atañe.
8 Comentarios:
Cuando era mas chico y les decìa a mi jefe q utilicemos el scanner para copiar cierta documentación, me creian marciano; ahora (ya hace varios años)utilizo ademàs una càmara digital(de esas simples) para realizar mi trabajo(pericias/auditorias)me río del murmullo q se genera a mi alrededor y sus comentarios; pero es dificil(cuasipeleas/discusiones)en los juzgados por utilizar dichas Herramientas y explicar lo q es una semi-innovaciòn y para que yo la utilizo!!!Nosotros tambien debemos evolucionar y no solo los avasallamientos de los Organismos de Control y su delegacion de tareas!!
Pues yo comencé a utilizar Access en el año 97 y fue una herramienta valiosísima cuando tuve que analizar cuentas con grandes cantidades de registros y llegué a suplir casi por completo el mismo excel.
Hoy en día, todavía su uso no es generalizado...
Corría el año 85, siendo aún estudiante de la carrera, tuve oportunidad de poner en marcha el sistema de contabilidad del estudio en una PC Wang. Recuerdo haber habilitado el sistema en la IGJ para archivar las hojas móviles como Libro Diario General. Sin tener plena conciencia, empujada por mis jóvenes 20 años, me estaba tranformando en una pionera digital del ámbito contable!
Hoy en día vivo rodeada y sumergida en medios electónicos sin los cuales no podría ni remotamente alcanzar la productividad que logro sacarle al día de trabajo.
Siendo las 4.37 de la mañana, ya revisé los emails y pasé por facebook. Me dirijo a twitter, donde entre otras cosas, las noticias vienen a mí...
Curiosamente, la taza con café que me acompaña no cambió casi nada!
Un artículo muy motivador.
Saludos
Trabajo pegada a la compu, al ser estudio chico, utilizo diversas herramientas para que parezca estudio "medio", acces para los vencimientos, excels para los libros y las liquidaciones de sueldos, y a diferencia de Sandra, uno de los primeros regalos para la oficina fue un posa taza que calienta y tiene varias salidas USB!!!
En el año 1972 (casi la prehistoria) aún siendo estudiante, comencé a trabajar en la Oficina de Contaduría de una muy importante empresa de Ahorro y Préstamo para la Vivienda de Mendoza.
Allí los trabajos diarios tenían como soporte fundamental una calculadora Olivetti grande de color naranja, que tenian como innovación importantísima con respecta a las anteriores, el agregado del Gran Total al final de varias operaciones.
Pero el objetivo final de esa oficina era elaborar el Estado Contable. Para ello, la empresa había adquirido unas novedosas máquinas electromecánicas de Olivetti, cuyo modelo era Olivetti Programa 200. Estas máquinas lograban ademas de efectuar todos los pases en forma mecánica, grabar los mismos a través de una tarjeta magnética. Era tal vez el antecedente más directo de lo que fueron luego los diskettes.
Sin embargo, como sólo habían dos maquinas como esas en la empresa, el resto de las operaciones debían pasarse en otra, que en su momento constituyó la base de la contabilidad mecanizada : la Audit 1513, máquina que podía ser manejada por cualquier neófito aún con escasos conocimientos contables, ya que poseía dos botones o barras muy grandes que determinaban que tipo de operación se realizaba ( si se apretaba el botón negro, la máquina se situaba en el "debe" y si, por el contrario se pulsaba el rojo, la operación se realizaba en el "haber". Todo esto luego se plasmaba en dos elementos de papel que se colocaban simultáneamente en la máquina mientras se realizaba la operación (la ficha que representaba la cuenta contable y la sábana de papel detrás de la ficha, en donde se imprimía el subdiario correspondiente). Cuando me retiré de esa empresa, la misma ya habia adquirido una nueva "joya" de la tecnología, que era la Auditronic 700, con prestaciones similares a las máquinas antes descriptas pero mucho más veloz y además con la posibilidad de grabar los datos en un soporte llamado "cartucha" (así en femenino), que era una especie de caja plástica transparente, en la cual se podían observar cintas como las que en esa época se usaban en las grabadoras de audio.
Pero también debí convivir luego en un Banco con mi primera computadora (y no personal, por cierto). Eran una serie de máquinas electromecánicas que en su conjunto formaban un computador (Clasicadora de bolsillos, perforadoras, perfoverificadoras, etc.) Esta máquina tenía como particularidad el archivo de datos a través de tarjetas magnéticas (sistema que fue utilizado también cuando se creó el Prode en aquellos años ).
Pero en mi actividad profesional, también debía trabajar en esos años con los elementos de que dispiníamos. En mi estudio tenía una máquina de escribir Olivetti Studio 45, un concepto moderno de las antiguas y efecientes Lexikon 80. Con esta máquina completaba las declaraciones juradas de impuesto a las ganancias de mis clientes. Los viejos formularios que distribuía la Dirección General Impositiva, en su mayoría venían en dos hojas dobladas de tal forma que el original quedaba primera y debajo el duplicado. En el medio de ambas habia que colocar el papel carbónico para dejar una copia para el contribuyente. En la mayoria de los casos, el formato del original tenía algunas diferencias en cuanto a sus líneas con el duplicado, por lo que habia que tomar sumo cuidado de hacerlas coincidir (muchas veces a través de colocar los formularios contra la luz de un vidrio o de una lamparita), a fin de que en la copia, los valores se imprimieran en la columna correspondiente. Mi ansiedad por terminar rápido las declaraciones juradas me llevaba a imprimirle velocidad a mis dedos y en varios casos tipear mal un número. (Cuantas declaraciones juradas rompí para hacerlas de nuevo por estos errores involuntarios). No eran épocas de tecla "esc". Lo más avanzado que existía en esa época para subsanar los errores eran las máquinas de escribir eléctricas que poseían un dispositivo que permitía "borrar" una letra volviendo a pulsar la misma pero sobre una cinta de papel para borrar que traía la misma máquina.
Pero los que aún no teníamos la máquina eléctrica, debíamos conformarnos con unos pequeños papelitos que se vendian en las librerias que posía una especie de tinta blanca. Colocábamos dichos papeles sobre el texto mal escrito y volvíamos a repetir lo escrito, lo cual hacia que la tinta blanca borrara lo anterior y quedara listo para escribirse bien. Ahora, esto pasaba en el original....pero.y en el duplicado de la DDJJ ? Ahi había que armarse de una goma de borrar y ...paciencia para dejar todo como si nadie hubiera cometido el error.
Una vez que las DDJJ estaban lindas, y "maquilladas" de esos errores, llegaba el momento de la presentación ante la DGI.
Nos esperaban largas colas de contribuyentes y colegas, muchos para presentar los formularios y algunos para averiguar si habia alguna próroga en la presentación. El horario de AFIP en Mendoza para atención al público finalizaba a las 13 horas, momento hasta el cual podíamos presentar las declaraciones juradas en términos.
He querido aportar alguna de mis vivencias en la era pre tecnología, sin explayarme mucho más en otros detalles (dias y noches sin dormir tipeando declaraciones juradas, recorridas de los distintos sindicatos a fin de obtener la última escala de sueldos suscripta, y otras que ya fueron mencionadas en el trabajo de Corina Cappizano).
Como corolario, creo que debemos analizar, que , si bien a veces nos quejamos de algunos inconvenientes que traen aparejadas las nuevas tecnologías, debemos recordar (los que lo vivimos) y entender (quienes no vieron esa época) que la funcion del profesional hoy en día está más aliviada que en aquellos años, en que no solamente éramos contadores, asesores sino que también nos transformábamos en empleados administrativos con escasos recursos tecnológicos para emprender nuestra tarea.
Saludos. Eduardo
Pero también debí convivir luego en un Banco con mi primera computadora (y no personal, por cierto). Eran una serie de máquinas electromecánicas que en su conjunto formaban un computador (Clasicadora de bolsillos, perforadoras, perfoverificadoras, etc.) Esta máquina tenía como particularidad el archivo de datos a través de tarjetas magnéticas (sistema que fue utilizado también cuando se creó el Prode en aquellos años ).
Pero en mi actividad profesional, también debía trabajar en esos años con los elementos de que dispiníamos. En mi estudio tenía una máquina de escribir Olivetti Studio 45, un concepto moderno de las antiguas y efecientes Lexikon 80. Con esta máquina completaba las declaraciones juradas de impuesto a las ganancias de mis clientes. Los viejos formularios que distribuía la Dirección General Impositiva, en su mayoría venían en dos hojas dobladas de tal forma que el original quedaba primera y debajo el duplicado. En el medio de ambas habia que colocar el papel carbónico para dejar una copia para el contribuyente. En la mayoria de los casos, el formato del original tenía algunas diferencias en cuanto a sus líneas con el duplicado, por lo que habia que tomar sumo cuidado de hacerlas coincidir (muchas veces a través de colocar los formularios contra la luz de un vidrio o de una lamparita), a fin de que en la copia, los valores se imprimieran en la columna correspondiente. Mi ansiedad por terminar rápido las declaraciones juradas me llevaba a imprimirle velocidad a mis dedos y en varios casos tipear mal un número. (Cuantas declaraciones juradas rompí para hacerlas de nuevo por estos errores involuntarios). No eran épocas de tecla "esc". Lo más avanzado que existía en esa época para subsanar los errores eran las máquinas de escribir eléctricas que poseían un dispositivo que permitía "borrar" una letra volviendo a pulsar la misma pero sobre una cinta de papel para borrar que traía la misma máquina.
Pero los que aún no teníamos la máquina eléctrica, debíamos conformarnos con unos pequeños papelitos que se vendian en las librerias que posía una especie de tinta blanca. Colocábamos dichos papeles sobre el texto mal escrito y volvíamos a repetir lo escrito, lo cual hacia que la tinta blanca borrara lo anterior y quedara listo para escribirse bien. Ahora, esto pasaba en el original....pero.y en el duplicado de la DDJJ ? Ahi había que armarse de una goma de borrar y ...paciencia para dejar todo como si nadie hubiera cometido el error.
Una vez que las DDJJ estaban lindas, y "maquilladas" de esos errores, llegaba el momento de la presentación ante la DGI.
Nos esperaban largas colas de contribuyentes y colegas, muchos para presentar los formularios y algunos para averiguar si habia alguna próroga en la presentación. El horario de AFIP en Mendoza para atención al público finalizaba a las 13 horas, momento hasta el cual podíamos presentar las declaraciones juradas en términos.
He querido aportar alguna de mis vivencias en la era pre tecnología, sin explayarme mucho más en otros detalles (dias y noches sin dormir tipeando declaraciones juradas, recorridas de los distintos sindicatos a fin de obtener la última escala de sueldos suscripta, y otras que ya fueron mencionadas en el trabajo de Corina Cappizano).
Como corolario, creo que debemos analizar, que , si bien a veces nos quejamos de algunos inconvenientes que traen aparejadas las nuevas tecnologías, debemos recordar (los que lo vivimos) y entender (quienes no vieron esa época) que la funcion del profesional hoy en día está más aliviada que en aquellos años, en que no solamente éramos contadores, asesores sino que también nos transformábamos en empleados administrativos con escasos recursos tecnológicos para emprender nuestra tarea.
Saludos. Eduardo
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